Tenia el mismo tono rubio casi blanco de cabello, la misma altura, todo igual, excepto los ojos, que quedaban escondidos tras unas gafas muy oscuras; y cuando digo muy oscuras, créanme.
Tardo unos segundos en pronunciar palabra.
-Disculpa... –dijo vacilante. Tenía un acento muy extraño-. Es esta la casa de los Graystone?
Sonaba nervioso, y el único razonamiento que fui capaz de hacer era que estaba sediento, y que una casa con cinco indefensos humanos le parecía casi irresistible.
-Si. –Conteste con una sonrisa, tratando de ser amable. Capaz que si le agradaba se apaciguara un poco- Tu eres..?
-Ah, disculpa. Vengo de la empresa de muebles –dijo señalando el camión con la cabeza-. Creo que tenemos un encargo.
Le dije que aguardara un momento y subí la mitad de la escalera, y una vez en el descansillo, grite:
-PAPÁ! Han llegado los muebles! –y en mi fuero interno añadí: Y algo más...
Volví hacia donde estaba el chico.
-Soy Mac –me presente-. Quieres pasar?
-Eh... Tengo que entrar las cosas del camión, así que entrare de todas formas. –Sonrió, parecía estar, más tranquilo y a gusto.
Abrí la puerta en su totalidad y lo deje pasar. Después entro con el un hombre mucho mayor, de la edad de papá mas o menos. El chico debía de ser su <
Dejaron todo en el piso de arriba, pero en una de las habitaciones vacías.
Se despidieron mientras mamá les pagaba y les deba una pequeña propina. Luego se fueron, y antes de irse, el chico volteo en mi dirección para verme una ultima vez.
Las mariposas inundaron mi estomago.
-Bueno chicos, el primer cuarto que amoblaremos será el de Mackenna, así que manos a la obra! –ordeno papá.
-No me llames así –farfulle-. M-A-C, solo Mac.
Mientras cargaba la cama con ayuda de los gemelos, Harry, que de los dos era el más insoportable –Jack también lo era, pero su hermano era un verdadero incordio-, murmuro para que los adultos no nos oyeran:
-Hey, enana, que paso cuando le abriste la puerta el tipo ese? Parecía embobado contigo.
-Todos quedan embobados conmigo –bromeé-, si soy una belleza. Nada –dije seria nuevamente-, solo le abrí la puerta, me presente y pregunte si quería pasar.
Estuvo el resto de la noche haciéndome preguntas sobre él. Cuando por fin los muebles de mi cuarto estuvieron más o menos en su lugar, pasamos al de los chicos.
Este demoro mucho menos porque el suyo ya tenía armario y habían comprado una de esas camas que viene una encima de la otra.
Mamá y papá dijeron que no nos preocupáramos por el suyo, que lo harían ellos.
Me despedí y me metí en mi nueva cama.
El chico rubio volvió a protagonizar mis sueños esa noche.
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Besos y cuídense, Lali.
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